Ilusiones


"No existe ningún problema que no te aporte simultáneamente un don.
Busca los problemas porque necesitas sus dones."

"Justifica tus limitaciones y ciertamente las tendras"

Richard Bach - Ilusiones

viernes, 11 de diciembre de 2015

MIGUEL DE UNAMUNO - POEMAS

29 de septiembre de 1864, Bilbao
 31 de diciembre de 1936, Salamanca


La mar ciñe a la noche en su regazo 


La mar ciñe a la noche en su regazo 
y la noche a la mar; la luna, ausente; 
se besan en los ojos y en la frente; 
los besos dejan misterioso trazo. 

Derrítense después en un abrazo, 
tiritan las estrellas con ardiente 
pasión de mero amor, y el alma siente 
que noche y mar se enredan en su lazo. 

Y se baña en la oscura lejanía 
de su germen eterno, de su origen, 
cuando con ella Dios amanecía, 

y aunque los necios sabios leyes fijen, 
ve la piedad del alma la anarquía 
y que leyes no son las que nos rigen. 

Horas serenas del ocaso breve, 
cuando la mar se abraza con el cielo 
y se despierta el inmortal anhelo 
que al fundirse la lumbre, lumbre bebe. 

Copos perdidos de encendida nieve, 
las estrellas se posan en el suelo 
de la noche celeste, y su consuelo 
nos dan piadosas con su brillo leve. 

Como en concha sutil perla perdida, 
lágrima de las olas gemebundas, 
entre el cielo y la mar sobrecogida 

el alma cuaja luces moribundas 
y recoge en el lecho de su vida 
el poso de sus penas más profundas. 





Hay ojos que miran, hay ojos que sueñan...


Hay ojos que miran, - hay ojos que sueñan, 
hay ojos que llaman, - hay ojos que esperan, 
hay ojos que ríen - risa placentera, 
hay ojos que lloran - con llanto de pena, 
unos hacia adentro - otros hacia fuera. 

Son como las flores - que cría la tierra. 
Mas tus ojos verdes, - mi eterna Teresa, 
los que están haciendo - tu mano de hierba, 
me miran, me sueñan, - me llaman, me esperan, 
me ríen rientes - risa placentera, 
me lloran llorosos - con llanto de pena, 
desde tierra adentro, - desde tierra afuera. 

En tus ojos nazco, - tus ojos me crean, 
vivo yo en tus ojos - el sol de mi esfera, 
en tus ojos muero, - mi casa y vereda, 
tus ojos mi tumba, - tus ojos mi tierra.


VENDRÁ DE NOCHE

Vendrá de noche cuando todo duerma,
vendrá de noche cuando el alma enferma
se emboce en vida,
vendrá de noche con su paso quedo,
vendrá de noche y posará su dedo
sobre la herida.

Vendrá de noche y su fugaz vislumbre
volverá lumbre la fatal quejumbre;
vendrá de noche
con su rosario, soltará las perlas
negro sol que da ceguera verlas,
¡todo un derroche!

Vendrá de noche, noche nuestra madre,
cuando a lo lejos el recuerdo ladre
perdido agujero;
vendrá de noche; apagará su paso
mortal ladrido y dejará al ocaso
largo agujero...

¿Vendrá una noche recogida y vasta?
¿Vendrá una noche maternal y casta
de luna llena?
Vendrá viniendo con venir eterno;
vendrá una noche del postrer invierno...
noche serena...

Vendrá como se fue, como se ha ido
-suena a lo lejos el fatal ladrido-,
vendrá a la cita;
será de noche mas que sea aurora,
vendrá a su hora, cuando el aire llora,
llora y medita...

Vendrá de noche, en una noche clara,
noche de luna que al dolor ampara,
noche desnuda,
vendrá... venir es porvenir... pasado
que pasa y queda y que se queda al lado
y nunca muda....

Vendrá de noche, cuando el tiempo aguarda,
cuando la tarde en las tinieblas tarda
y espera al día,
vendrá de noche, en una noche pura,
cuando del sol la sangre se depura,
del mediodía.

Noche ha de hacerse en cuanto venga y llegue,
y el corazón rendido se le entregue,
noche serena,
de noche ha de venir... ¿él, ella o ello?
De noche ha de sellar su negro sello,
noche sin pena.

Vendrá la noche, la que da la vida,
y en que la noche al fin el alma olvida,
traerá la cura;
vendrá la noche que lo cubre todo
y espeja al cielo en el luciente lodo
que lo depura.

Vendrá de noche, sí, vendrá de noche,
su negro sello servirá de broche
que cierra el alma;
vendrá de noche sin hacer ruido,
se apagará a lo lejos el ladrido,
vendrá la calma...
vendrá la noche....


MADRE, LLÉVAME A LA CAMA

Madre, llévame a la cama.
Madre, llévame a la cama,
que no me tengo de pie.
Ven, hijo, Dios te bendiga
y no te dejes caer.

No te vayas de mi lado,
cántame el cantar aquél.
Me lo cantaba mi madre;
de mocita lo olvidé,
cuando te apreté a mis pechos
contigo lo recordé.

¿Qué dice el cantar, mi madre,
qué dice el cantar aquél?
No dice, hijo mío, reza,
reza palabras de miel;
reza palabras de ensueño
que nada dicen sin él.

¿Estás aquí, madre mía?
porque no te logro ver....
Estoy aquí, con tu sueño;
duerme, hijo mío, con fe.




HAN VUELTO LOS VENCEJOS…

Han vuelto los vencejos;
las cosas naturales vuelven siempre;
las hojas a los árboles,
a las cumbres las nieves.

Han vuelto los vencejos;
lo que no es arte vuelve;
vuelta constante es la naturaleza
por cima de las leyes.

Han vuelto los vencejos;
¿ves como todo vuelve?
todo lo que ha brotado al sol desnudo,
de la inexhausta fuente;
todo lo que no fue de algún propósito
producto endeble.

Han vuelto los vencejos;
¡augusto ritmo, única ley perenne!
¡el año es una estrofa
del canto permanente!

Todo vuelve, no dudes, todo vuelve;
vuelve la vida;
¡vuelve la muerte!
¡cuanto tiene raíces en la vida
al fin y al cabo vuelve!

¡Han vuelto los vencejos,
y al pecho aquellas mismas ansias vuelven…!
Ahora comprenderás lo que en la vida
quiere decirnos: «¡Siempre!»
Siempre, quiere decir la vuelta, el ritmo,
la canción de la mar en la rompiente;
si la ola se retira
ha de volver, pues es de lo que vuelve.

Vuelve todo lo que es naturaleza,
y tan sólo se pierde
lo que es remedo vano de los hombres,
sus artificios, invenciones, leyes…
Han vuelto los vencejos,
como ellos vuelven…¡siempre!:
con su alegre chillar el aire agitan
y el cielo, con su raudo ir y volverse,
al caer de la tarde
cobrar vida parece.

No se posan ni paran, incansables;
sus pies ¿a qué los quieren?
les basta con las alas,
criaturas celestes.
Con ritmo de saeta, ritmo yámbico,
los versos vivos de su vuelo tejen,
chillando la alegría
de sentirse vivientes…

Han vuelto los vencejos;
los del año pasado, los de siempre,
los mismos de hace siglos,
los del año que viene,
los que vieron volar nuestros abuelos
encima de sus frentes natura fuerte,
verán también volar, negros y leves.

Han vuelto los vencejos;
criaturas del aire que no mueren
— ¿quién muertos los ha visto? —
heraldos de la vida, amantes fieles
del largo día de la mies dorada;
¡han vuelto los de siempre…!

¡Vencejos inmortales,
alados hijos de natura fuerte
heraldos de cosechas y vendimias,
mensajeros celestes,
bienvenidos seáis a nuestro cielo,
vosotros… los de siempre!





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