Ilusiones


"No existe ningún problema que no te aporte simultáneamente un don.
Busca los problemas porque necesitas sus dones."

"Justifica tus limitaciones y ciertamente las tendras"

Richard Bach - Ilusiones

lunes, 26 de junio de 2017

EL ARTE EN LAS CALLES: ESCULTURAS


Hoy en día no solo podemos disfrutar del arte, en este caso de esculturas en los museos y exposiciones, en la actualidad también las podemos encontrar en las calles de nuestras ciudades, formando parte de nuestra vida y actividades cotidianas.


Aquí os dejo algunos ejemplos de ello, espero que os gusten.

En Madrid nos podemos encontrar con algunas que se han vuelto emblemáticas y otras que hemos ido tomando cariño porque se encuentran en nuestros barrios y forman parte de nuestro ir y venir diario.




“Mujer con espejo”. Es una de las obras que regaló a la ciudad de Madrid el escultor colombiano Fernando Botero. Esta obra tuvo gran acogida en la exposición “Botero en Madrid”, que se realizó en la primavera de 1994. La escultura se encuentra en la Plaza de Colón, en el cruce de la calle Génova con el Paseo de la Castellana. Está realizada en bronce fundido. 





“Monumento del Ángel Caído” está ubicada en el Parque del Retiro, según se cuenta a 666 m. de altitud, es una de las pocas obras dedicadas a Lucifer en el mundo. Fue obra del escultor madrileño Ricardo Bellver en 1877. Originariamente estaba realizada en yeso pero para poder presentarla en la Exposición Universal de París se tuvo que fundir en bronce, pasando poco después a instalarse definitivamente en los jardines del Retiro, formando parte de una fuente cuyo pedestal fue realizado por Francisco Jareño en 1880. Su altura es de 2,65 metros.




"La Mano" es una obra de Fernando Botero, que también formó parte de la exposición que el artista colombiano en 1994. La obra fue comprada por la compañía “Telefónica” por setenta millones de las antiguas pesetas y más tarde fue cedida a la ciudad de Madrid, aunque su propiedad sigue perteneciendo a Telefónica. Se encuentra en el Paseo de la Castellana, delante de la fuente de San Juan de la Cruz y frente al Museo de Ciencias Naturales. Está realizada en bronce y pesa unos 500 kilos.





“El Viajero” de Eduardo Úrculo en la Estación de Atocha, es un punto de encuentro, tanto para esperar relajado como para quedar y reunirse con amigos, siempre rodeada de personas, charlando, leyendo o simplemente contemplado el ir y venir de la gente. Es una pieza de bronce y se compone de una serie de maletas de diversos tamaños, una gabardina, un paraguas y un sombrero.




"El barrendero". Está situada en la céntrica plaza de Jacinto Benavente, fue inaugurada en 2001 por el entonces alcalde José María Álvarez del Manzano con el propósito de agradecer a este gremio su trabajo por mantener limpia la ciudad. El modelo fue Jesús Moreno, quien en aquel tiempo era el barrendero más veterano de Madrid, su cuerpo y su rostro fueron tomados como referencia. El uniforme es el que lucía este gremio durante los años sesenta. Está realizada en bronce y su altura es la de una persona de mediana estatura.




Esta escultura de la calle Pez representa a una joven llamada Julia que a principios del siglo XIX asistió a la Universidad Central de la calle San Bernardo disfrazada de chico ya que en esos años solamente los hombres podían estudiar en el centro universitario. La estatua es de bronce y fue instalada el 12 de abril de 2003.


Klaipeda – Lituania: Una ciudad llena de arte y belleza.

Es una de las ciudades portuarias más importante de Lituania en el mar Báltico con conexiones a Suecia, Dinamarca, y Alemania. Está situada cerca de la desembocadura del río Nemunas a la entrada del Kuršių Marios (laguna de Curlandia). Tiene unos 204.000 habitantes.




Es una hermosa ciudad con numerosas esculturas.

Una de las mejores esculturas; hay unas 37 en diferentes lugares emblemáticos de la ciudad; es “El Fantasma Negro” (Juodasis Vaiduoklis), sus creadores son: S. Jurkus y Sergejus Plotnikovas. Es una escultura de bronce situada en el puerto cerca del castillo de la ciudad y que hace referencia a una de las antiguas leyendas de esa zona del país, representa una silueta fantasmal que trata de salir del agua. Según cuenta una leyenda del siglo XVI, un guardia del castillo salió a caminar una noche y vio a un fantasma en ese mismo lugar.























Según la tradición hay dos esculturas con “poderes mágicos” :







La del “Ratón”, esculpido en bronce, al que se le pueden susurrar al oído nuestros deseos y después frotarle la nariz para que esos deseos se cumplan.












La otra es la de un “Gato con cara de hombre” al que si le acaricias la cola, cumplirá todos tus deseos.







Parque de las Esculturas. Era un antiguo cementerio, ahora es un lugar increíble para pasear y relajarse. Tiene más de 100 esculturas rodeadas de bellos jardines y árboles centenarios.




La Plaza del Teatro uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad con la estatua de Anike. La escultura representa a una joven niña descalza y fue erigida en memoria del poeta Simonas Dachas. La canción de amor de Tarawa Anike se encuentra entre las canciones populares alemanas y su melodía todavía se puede escuchar hoy en día en las campanas del ayuntamiento de Múnich.









       El deshollinador



                  






El pescador












En el paseo marítimo situado al lado del río Dane, podemos encontrar el Monumento en honor a los mil años del aniversario de la fundación de Lituania. Este majestuoso monumento fue realizado en granito y bronce y representa el Duque Vytautas a caballo, que fue uno de los gobernantes más famosos del Gran Ducado de Lituania con el título "Didysis Kunigaikštis" que equivalía al de rey.









A su lado se puede ver el velero "Meridiana" construido en 1948 y que sirvió como buque escuela de la Marina, posteriormente fue restaurado y donado a la ciudad. Actualmente alberga exposiciones, actos culturales y un popular restaurante.



Diferentes ciudades del mundo han decidido también llevar el arte a la calle para hacerlo accesible a todos sus ciudadanos.



De Vaartkapoen de Tom Frantzen en Bruselas, Bélgica.




Hipopótamos en el Zoológico de Taipéi, Taiwan




Hundimiento Edificio en Melbourne, Australia



Rundle Mall Cochinos, Adelaide, Australia



Cattle Drive, Dallas, Texas, EE.UU.



El Tiburón, Oxford, Reino Unido.



Libertad por Zenos Frudakis en Filadelfia.



Mustangs por Robert Glen, Las Colinas, Texas.









Expansión por Paige Bradley, Nueva York.








La gente del río, Singapur



Kelpies, Grangemouth, Reino Unido.



Arte al alcance de todos, para ver, disfrutar e incluso tocar.






viernes, 2 de junio de 2017

EL JUGUETE DEL POBRE


Quiero dar idea de una diversión inocente. ¡Hay tan pocos entretenimientos que no sean culpables!


Cuando salgáis por la mañana con decidida intención de vagar por la carretera, llenaos los bolsillos de esos menudos inventos de a dos cuartos, tales como el polichinela sin relieve, movido por un hilo no más; los herreros que martillan sobre el yunque; el jinete de un caballo, que tiene un silbato por cola; y por delante de las tabernas, al pie de los árboles, regaládselos a los chicuelos desconocidos y pobres que encontréis. Veréis cómo se les agrandan desmesuradamente los ojos. Al principio no se atreverán a tomarlos, dudosos de su ventura. Luego, sus manos agarrarán vivamente el regalo, y echarán a correr como los gatos que van a comerse lejos la tajada que les disteis, porque han aprendido a desconfiar del hombre.


En una carretera, detrás de la verja de un vasto jardín, al extremo del cual aparecía la blancura de un lindo castillo herido por el sol, estaba en pie un niño, guapo y fresco, vestido con uno de esos trajes de campo, tan llenos de coquetería.


El lujo, la despreocupación, el espectáculo habitual de la riqueza, hacen tan guapos a esos chicos, que se les creyera formados de otra pasta que los hijos de la mediocridad o de la pobreza.


A su lado, yacía en la hierba un juguete espléndido, tan nuevo como su amo, brillante, dorado, vestido con traje de púrpura y cubierto de penachos y cuentas de vidrio. Pero el niño no se ocupaba de su juguete predilecto, y ved lo que estaba mirando:


Del lado de allá de la verja, en la carretera, entre cardos y ortigas, había otro chico, sucio, desmedrado, fuliginoso, uno de esos chiquillos parias, cuya hermosura descubrirían ojos imparciales, si, como los ojos de un aficionado adivinan una pintura ideal bajo un barniz de coche, lo limpiaran de la repugnante pátina de la miseria.


A través de los barrotes simbólicos que separaban dos mundos, la carretera y el castillo, el niño pobre enseñaba al niño rico su propio juguete, y éste lo examinaba con avidez, como objeto raro y desconocido. Y aquel juguete que el desharrapado hostigaba, agitaba y sacudía en una jaula, era un ratón vivo. Los padres, por economía, sin duda, habían sacado el juguete de la vida misma.


Y los dos niños se reían de uno a otro, fraternalmente, con dientes de igual blancura.


Charles Baudelaire                






CUENTO SIN "U"



Caminaba distraídamente por el camino y de pronto lo vio.

Allí estaba el imponente espejo de mano, al costado del sendero, como esperándolo.

Se acercó, lo alzó y se miró en él.
Se vio bien.

No se vio tan joven, pero los años habían sido bondadosos con él.

Sin embargo, había algo desagradable en la imagen de sí mismo.

Cierta rigidez en los gestos lo conectaba con los aspectos más agrios de la propia historia:

La bronca,
el desprecio,
la agresión,
el abandono,
la soledad.

Sintió la tentación de llevárselo, pero rápidamente desechó esa idea.

Ya había bastantes cosas desagradables en el planeta para cargar con otra más.

Decidió irse y olvidar para siempre ese camino y ese espejo insolente.

Caminó por horas tratando de vencer la tentación de volver atrás hacia el espejo. Ese misterioso objeto lo atraía como los imanes a los metales.

Resistió y aceleró el paso.

Tarareaba canciones infantiles para no pensar en esa imagen horrible de sí mismo.

Corriendo, llegó a la casa donde había vivido desde siempre, se metió vestido en la cama y se tapó la cabeza con las sábanas.

Ya no veía el exterior, ni el sendero, ni el espejo, ni la imagen de él mismo reflejada en el espejo; pero no podía evitar la memoria de esa imagen:

la del resentimiento,
la del dolor,
la de la soledad,
la del desamor,
la del miedo,
la del menosprecio.

Había ciertas cosas indecibles e impensables...
... Pero él sabía dónde había empezado todo esto.
Empezó esa tarde, hacía treinta y tantos años...

El niño estaba tendido, llorando frente al lago el dolor del maltrato de otros.
Esa tarde, el niño decidió borrar, para siempre, la letra del alfabeto.
Esa letra.
Esa.
La letra necesaria para nombrar al otro si está presente.
La letra imprescindible para hablarles a los demás, al dirigirles la palabra.
Sin manera de nombrarlos dejarían de ser deseados...
y entonces no habría motivo para sentirlos necesarios...
y sin motivo ni forma de invocarlos,
se sentiría, por fin, libre...

Escribiendo sin "U"
puedo hablar hasta el cansancio de mí,
de lo mío, del yo,
de lo que tengo,
de lo que me pertenece...
Hasta puedo escribir de él,
de ellos
y de los otros.

Pero sin "U"
no puedo hablar de ustedes,
del tú,
de lo vuestro.
No puedo hablar de lo suyo,
de lo tuyo,
ni siquiera de lo nuestro.

Así me pasa...
A veces pierdo la "U"...
y dejo de poder hablarte,
pensarte, amarte, decirte.

Sin "U", yo me quedo pero tú desapareces...
Y sin poder nombrarte,
¿cómo podría disfrutarte?.

Como en el cuento... si tú no existes,
me condeno a ver lo peor de mí mismo
reflejándose eternamente,
en el mismo
mismísimo
estúpido
espejo.


Jorge Bucay