En una isla lejana en la que resonaban lo vientos marinos y dulces melodías vivía el silfo Ariel, espíritu y encarnación del aire.
Dormía en la flor de una prímula, cabalgaba alegremente sobre el lomo de un murciélago y contemplaba desde lo alto de arremolinadas nubes los festejos de los seres humanos.
Con su canto (pues se expresaba mediante las canciones), hechizaba a los hombres y a veces los volvía locos. Sabía cómo sujetar y liberar los vientos y cómo conjurar la lluvia o el fuego abrasador.
Pero su espíritu participaba demasiado del aire para florecer en el mundo mortal y llegó un día en que desapareció, fundiéndose por completo en el elemento del que había surgido mucho tiempo atrás.
Reinos Fantásticos : Libro de Hadas y Elfos.
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