Cerca de la Puerta de Alcalá, en una orilla de la actual
plaza de la Independencia, hay una piedra redondeada por su parte superior y
con la inferior clavada en el suelo. En una de sus caras se leen unas letras
grabadas a cincel que dicen: CAÑADA. Es una prueba de que por Madrid pasaban
cada verano los rebaños de merinas extremeñas de la Meseta, camino de las
tierras altas de Burgos. Ello demuestra que la villa no había perdido su
carácter agropecuario y manchego, por el hecho de ser Corte. Todavía en los años
cuarenta, muchos miles de ovejas esperaban a la madrugada para cruzar la ciudad
en dirección a Burgos.
Carlos III es el monarca que caracteriza en la segunda mitad
del siglo XVIII la monarquía borbónica. En Madrid se le llamó el "buen
alcalde" porque se preocupó de los problemas urbanos de la Villa. Instaló
alcantarillas, iluminó lo que entonces era posible y hasta creó el Cuerpo de
Serenos de Comercio y Vecindad, a los que entregó las llaves de la villa que
aún se conservan.
Aunque ya estaba en avanzado período de construcción el
palacio de los Borbones, iniciado por su padre Felipe V, es Carlos III quien da
a Madrid un verdadero empaque de capitalidad, tanto por sus diversos monumentos
arquitectónicos como por la creación de grandes instituciones museísticas y
culturales de toda índole, de acuerdo con su equipo de condes
"ilustrados".
Carlos III entró en Madrid, procedente de Nápoles, en un
coche todo de plata, el 17 de julio de 1760. Venía a ser rey de España. Unos
años después se levantaba en su honor la monumental Puerta de Alcalá. Fue
proyectada por el Arquitecto Francesco Sabatini y realizadas las esculturas por
Michel y Francisco Gutiérrez. Por la Puerta de Alcalá, que denominó el poeta
Ramón de Basterra. "umbral de universalismo", entró en Madrid cuanto
llegaba de Europa por las carreteras de Francia y de Cataluña. Ahora no es más
que un símbolo de piedra, rodeado de tulipanes cada primavera. De ella dijo
Ramón Gómez de la Serna que, "cada mañana enhebra allí el alba, su hilo de
oro".
Para terminar las obras de su arquitectura neoclásica, fue
necesario recaudar dos millones de reales, que se obtuvieron con un impuesto
sobre el vino que se consumiese en todas las tabernas de la Villa y Corte.
Libro: El libro de Madrid.
Introducción de Juan Antonio Cabezas
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