Ilusiones


"No existe ningún problema que no te aporte simultáneamente un don.
Busca los problemas porque necesitas sus dones."

"Justifica tus limitaciones y ciertamente las tendras"

Richard Bach - Ilusiones

lunes, 21 de septiembre de 2015

LA PUERTA DE ALCALÁ PAGADA CON VINO


Cerca de la Puerta de Alcalá, en una orilla de la actual plaza de la Independencia, hay una piedra redondeada por su parte superior y con la inferior clavada en el suelo. En una de sus caras se leen unas letras grabadas a cincel que dicen: CAÑADA. Es una prueba de que por Madrid pasaban cada verano los rebaños de merinas extremeñas de la Meseta, camino de las tierras altas de Burgos. Ello demuestra que la villa no había perdido su carácter agropecuario y manchego, por el hecho de ser Corte. Todavía en los años cuarenta, muchos miles de ovejas esperaban a la madrugada para cruzar la ciudad en dirección a Burgos.


Carlos III es el monarca que caracteriza en la segunda mitad del siglo XVIII la monarquía borbónica. En Madrid se le llamó el "buen alcalde" porque se preocupó de los problemas urbanos de la Villa. Instaló alcantarillas, iluminó lo que entonces era posible y hasta creó el Cuerpo de Serenos de Comercio y Vecindad, a los que entregó las llaves de la villa que aún se conservan.






Aunque ya estaba en avanzado período de construcción el palacio de los Borbones, iniciado por su padre Felipe V, es Carlos III quien da a Madrid un verdadero empaque de capitalidad, tanto por sus diversos monumentos arquitectónicos como por la creación de grandes instituciones museísticas y culturales de toda índole, de acuerdo con su equipo de condes "ilustrados".


Carlos III entró en Madrid, procedente de Nápoles, en un coche todo de plata, el 17 de julio de 1760. Venía a ser rey de España. Unos años después se levantaba en su honor la monumental Puerta de Alcalá. Fue proyectada por el Arquitecto Francesco Sabatini y realizadas las esculturas por Michel y Francisco Gutiérrez. Por la Puerta de Alcalá, que denominó el poeta Ramón de Basterra. "umbral de universalismo", entró en Madrid cuanto llegaba de Europa por las carreteras de Francia y de Cataluña. Ahora no es más que un símbolo de piedra, rodeado de tulipanes cada primavera. De ella dijo Ramón Gómez de la Serna que, "cada mañana enhebra allí el alba, su hilo de oro".


Para terminar las obras de su arquitectura neoclásica, fue necesario recaudar dos millones de reales, que se obtuvieron con un impuesto sobre el vino que se consumiese en todas las tabernas de la Villa y Corte.



Libro: El libro de Madrid.
Introducción de Juan Antonio Cabezas





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