Ilusiones


"No existe ningún problema que no te aporte simultáneamente un don.
Busca los problemas porque necesitas sus dones."

"Justifica tus limitaciones y ciertamente las tendras"

Richard Bach - Ilusiones

jueves, 10 de diciembre de 2015

LUIS CERNUDA 3


 LOS FANTASMAS DEL DESEO

Yo no te conocía, tierra; 
con los ojos inertes, la mano aleteante, 
lloré todo ciego bajo tu verde sonrisa, 
aunque, alentar juvenil, sintiera a veces 
un tumulto sediento de postrarse, 
como huracán henchido aquí en el pecho; 
ignorándote, tierra mía, 
ignorando tu alentar, huracán o tumulto, 
idénticos en esta melancólica burbuja que yo soy 
a quien tu voz de acero inspirara un menudo vivir. 

Bien sé ahora que tú eres 
quien me dicta esta forma y este ansia; 
sé al fin que el mar esbelto, 
la enamorada luz, los niños sonrientes, 
no son sino tú misma; 
que los vivos, los muertos, 
el placer y la pena, 
la soledad, la amistad, 
la miseria, el poderoso estúpido, 
el hombre enamorado, el canalla, 
son tan dignos de mí como de ellos yo lo soy; 
mis brazos, tierra, son ya más anchos, ágiles, 
para llevar tu afán que nada satisface. 

El amor no tiene esta o aquella forma, 
no puede detenerse en criatura alguna; 
todas son por igual viles y soñadoras. 
Placer que nunca muere 
beso que nunca muere, 
sólo en ti misma encuentro, tierra mía. 
Nimbos de juventud, cabellos rubios o sombríos, 
rizosos o lánguidos como una primavera, 
sobre cuerpos cobrizos, sobre radiantes cuerpos 
que tanto he amado inútilmente, 
no es en vosotros donde la vida está, sino en la tierra, 
en la tierra que aguarda, aguarda siempre 
con sus labios tendidos, con sus brazos abiertos. 

Dejadme, dejadme abarcar, ver unos instantes 
este mundo divino que ahora es mío, 
mío como lo soy yo mismo, 
como lo fueron otros cuerpos que estrecharon mis brazos, 
como la arena, que al besarla los labios 
finge otros labios, dúctiles al deseo, 
hasta que el viento lleva sus mentirosos átomos. 

Como la arena, tierra, 
como la arena misma, 
la caricia es mentira, el amor es mentira, la amistad es mentira. 
Tú sola quedas con el deseo, 
con este deseo que aparenta ser mío y ni siquiera es mío, 
sino el deseo de todos, 
malvados, inocentes, 
enamorados o canallas. 

Tierra, tierra y deseo. 

Una forma perdida.


NO SE QUE NOMBRE DARLE A MIS SUEÑOS 

Ante mi forma encontré aquella forma
en tiempo de crepúsculo,
cuando las desapariciones
confunden los colores a los ojos,
cuando el último amor
busca el cuerpo postrero.

Una angustia sin fondo aullaba entre las piedras;
hacia el aire, hombres sordos,
la cabeza olvidada,
pasaban a lo lejos, como libres o muertos;
vergonzoso cortejo de fantasmas
con las cadenas rotas colgando de las manos.

La vida puso entonces una lámpara
sobre muros sangrientos;
el día ya cansado secaba tristemente
las futuras auroras, remendadas
como harapos de rey.

La lámpara eras tú,
mis labios, mi sonrisa,
forma que hallan mis manos en todo lo que alcanzan.

Si mis ojos se cierran es para hallarte en sueños,
detrás de la cabeza,
detrás del mundo esclavizado,
en ese país perdido
que un día abandonamos sin saberlo.


TE QUIERO

Te lo he dicho con el viento,
jugueteando como animalillo en la arena
o iracundo como órgano impetuoso;

Te lo he dicho con el sol,
que dora desnudos cuerpos juveniles
y sonríe en todas las cosas inocentes;

Te lo he dicho con las nubes,
frentes melancólicas que sostienen el cielo,
tristezas fugitivas;

Te lo he dicho con las plantas,
leves criaturas transparentes
que se cubren de rubor repentino;

Te lo he dicho con el agua,
vida luminosa que vela un fondo de sombra;
te lo he dicho con el miedo,
te lo he dicho con la alegría,
con el hastío, con las terribles palabras.

Pero así no me basta:
más allá de la vida,
quiero decírtelo con la muerte;
más allá del amor,
quiero decírtelo con el olvido.



Más que a nadie Versión de Serrat de Te Quiero



HE VENIDO PARA VER...


He venido para ver semblantes 
Amables como viejas escobas, 

He venido para ver las sombras 
Que desde lejos me sonríen. 

He venido para ver los muros 
En el suelo o en pie indistintamente, 
He venido para ver las cosas, 
Las cosas soñolientas por aquí. 

He venido para ver los mares 
Dormidos en cestillo italiano, 
He venido para ver las puertas, 
El trabajo, los tejados, las virtudes 
De color amarillo ya caduco. 

He venido para ver la muerte 
Y su graciosa red de cazar mariposas, 
He venido para esperarte 
Con los brazos un tanto en el aire, 
He venido no sé por qué; 
Un día abrí los ojos: he venido. 

Por ello quiero saludar sin insistencia 
A tantas cosas más que amables: 
Los amigos de color celeste, 
Los días de color variable, 
La libertad del color de mis ojos; 

Los niñitos de seda tan clara, 
Los entierros aburridos como piedras, 
La seguridad, ese insecto 
Que anida en los volantes de la luz. 

Adiós, dulces amantes invisibles, 
Siento no haber dormido en vuestros brazos. 
Vine por esos besos solamente; 
Guardad los labios por si vuelvo.



COMO LLENARTE, SOLEDAD...

Cómo llenarte, soledad, 
sino contigo misma... 


De niño, entre las pobres guaridas de la tierra, 
quieto en ángulo oscuro, 
buscaba en ti, encendida guirnalda, 
mis auroras futuras y furtivos nocturnos, 
y en ti los vislumbraba, 
naturales y exactos, también libres y fieles, 
a semejanza mía, 
a semejanza tuya, eterna soledad. 

Me perdí luego por la tierra injusta 
como quien busca amigos o ignorados amantes; 
diverso con el mundo, 
fui luz serena y anhelo desbocado, 
y en la lluvia sombría o en el sol evidente 
quería una verdad que a ti te traicionase, 
olvidando en mi afán 
cómo las alas fugitivas su propia nube crean. 

Y al velarse a mis ojos 
con nubes sobre nubes de otoño desbordado 
la luz de aquellos días en ti misma entrevistos, 
te negué por bien poco; 
por menudos amores ni ciertos ni fingidos, 
por quietas amistades de sillón y de gesto, 
por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma, 
por los viejos placeres prohibidos 
como los permitidos nauseabundos, 
útiles solamente para el elegante salón susurrado, 
en bocas de mentira y palabras de hielo. 

Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona 
que yo fui, 
que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones; 
por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos, 
limpios de otro deseo, 
el sol, mi dios, la noche rumorosa, 
la lluvia, intimidad de siempre, 
el bosque y su alentar pagano, 
el mar, el mar como su nombre hermoso; 
y sobre todo ellos, 
cuerpo oscuro y esbelto, 
te encuentro a ti, tú, soledad tan mía, 
y tú me das fuerza y debilidad 
como el ave cansada los brazos de la piedra. 

Acodado al balcón miro insaciable el oleaje, 
oigo sus oscuras imprecaciones, 
contemplo sus blancas caricias; 
y erguido desde cuna vigilante 
soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres, 
por quienes vivo, aún cuando no los vea; 
y así, lejos de ellos, 
ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres, 
roncas y violentas como el mar, mi morada, 
puras ante la espera de una revolución ardiente 
o rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo 
cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista. 

Tú, verdad solitaria, 
transparente pasión, mi soledad de siempre, 
eres inmenso abrazo; 
el sol, el mar, 
la oscuridad, la estepa, 
el hombre y su deseo, 
la airada muchedumbre, 
¿qué son sino tú misma? 

Por ti, mi soledad, los busqué un día; 
en ti, mi soledad, los amo ahora.





No hay comentarios:

Publicar un comentario